sábado, noviembre 29, 2003
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LO QUE MACONDO SE LLEVÓ
No se puede ocultar que la mejor ponencia del XIX Coloquio de Literatura en Hermosillo fue la que presentó Nelson Osorio. ¿Saben por qué?... porque no habló de Literatura... jejeje. (Ramiro Meléndez)
LO QUE MACONDO SE LLEVÓ
No se puede ocultar que la mejor ponencia del XIX Coloquio de Literatura en Hermosillo fue la que presentó Nelson Osorio. ¿Saben por qué?... porque no habló de Literatura... jejeje. (Ramiro Meléndez)
martes, noviembre 18, 2003
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DATO CURIOSO
Una reportera de ipso facto boletín no pudo ocultar su incomodidad por la crítica que recibiera el "chufa mayor", Carlos Pacheco, luego de su ponencia en el XIX Coloquio de Literatura. Según testigos presenciales, lo que dijo el joven crítico mencionado en la nota del boletín fue que el trabajo sobre el Himno Nacional de Pacheco es "demasiado académico", no "poco académico", como señala la reportera. Adicionalmente, el joven crítico señaló que cuestionaba especialmente la actitud poco seria del ponente quien no tuvo empacho en posar sus partes más acojinadas sobre la mesa que compartía con otros conferencistas y el moderador Arturo Valencia. En fin, habrá que pelar bien los ojos antes de redactar una nota. (Azabache diurno).
DATO CURIOSO
Una reportera de ipso facto boletín no pudo ocultar su incomodidad por la crítica que recibiera el "chufa mayor", Carlos Pacheco, luego de su ponencia en el XIX Coloquio de Literatura. Según testigos presenciales, lo que dijo el joven crítico mencionado en la nota del boletín fue que el trabajo sobre el Himno Nacional de Pacheco es "demasiado académico", no "poco académico", como señala la reportera. Adicionalmente, el joven crítico señaló que cuestionaba especialmente la actitud poco seria del ponente quien no tuvo empacho en posar sus partes más acojinadas sobre la mesa que compartía con otros conferencistas y el moderador Arturo Valencia. En fin, habrá que pelar bien los ojos antes de redactar una nota. (Azabache diurno).
jueves, noviembre 13, 2003
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YO LLAMO
Un amigo llama, un amigo necesita, pero uno no puede ser el numero uno,
Un amigo llama, otro habla, pero no podemos dejarlos, tenemos que ayudarlos...
Los días se cruzan entre la piel de la noche y los besos del pasado
Y van saliendo los rayos de luz dentro de las estrellas a mis manos, cuan difícil es a veces olvidar que amo,
Vamos, un amigo necesita de ti, no dejes que el tiempo te aleje, no dejes que la amistad se apague,
Un amigo de sangre es mejor que un amigo de distancias, de otra galaxia...
Cuando no hay silencio, cuando todo esta perdido, cuando estas débil, cuando te sientas triste,
Es muy fácil caer, es muy fácil decir que ya no puedes seguir, que el dolor es fuerte, que la vida no importa...
Es muy fácil decir que ya no importa nada, que tienes que dejar la vida por otra más... pero mira...
Cuando no hay luz, siempre estaré contigo, siempre hay luz en la noche, siempre el planeta gira...
Siempre hay algo por el cual caminar, siempre la niebla se va ir, acaso ¿no lo sabes?,
¿No sabes que te quiero? ¿No sabes que eres la estrella del día?
Así que camina, tienes que seguir con o sin mi, no te voy a dejar ir, caer, sin mi....
(Ismael Serhe)
YO LLAMO
Un amigo llama, un amigo necesita, pero uno no puede ser el numero uno,
Un amigo llama, otro habla, pero no podemos dejarlos, tenemos que ayudarlos...
Los días se cruzan entre la piel de la noche y los besos del pasado
Y van saliendo los rayos de luz dentro de las estrellas a mis manos, cuan difícil es a veces olvidar que amo,
Vamos, un amigo necesita de ti, no dejes que el tiempo te aleje, no dejes que la amistad se apague,
Un amigo de sangre es mejor que un amigo de distancias, de otra galaxia...
Cuando no hay silencio, cuando todo esta perdido, cuando estas débil, cuando te sientas triste,
Es muy fácil caer, es muy fácil decir que ya no puedes seguir, que el dolor es fuerte, que la vida no importa...
Es muy fácil decir que ya no importa nada, que tienes que dejar la vida por otra más... pero mira...
Cuando no hay luz, siempre estaré contigo, siempre hay luz en la noche, siempre el planeta gira...
Siempre hay algo por el cual caminar, siempre la niebla se va ir, acaso ¿no lo sabes?,
¿No sabes que te quiero? ¿No sabes que eres la estrella del día?
Así que camina, tienes que seguir con o sin mi, no te voy a dejar ir, caer, sin mi....
(Ismael Serhe)
domingo, noviembre 09, 2003
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MI VIDA
Es quizás porque te he perdido que me he dado cuenta cuánto te amo,
porque lo que se te da no lo ves,
porque cuando lo tienes no lo aprecias tanto,
porque cuando te amaba sin morir deseaba vivir para amarte y
ahora que muero amándote, daría mi vida por tenerte un instante más.
Y quizás ahora nunca te tenga,
porque te has ido,
porque el camino no te devuelve a los mismos lugares,
porque al volver la mirada te das cuenta que los ojos que te miran con amor no son los mismos cada instante,
Porque se ama o no,
porque se tiene o no,
porque vives o no.
Y si pudiera dar mi vida por la tuya la daría,
porque ahora no sólo te fuiste por lejos de mí
te fuiste para no volver,
para esperarme allá donde aún no me han llamado,
allá donde te amaré por siempre
al igual que en esta vida te he amado.
(kim jurashi)
MI VIDA
Es quizás porque te he perdido que me he dado cuenta cuánto te amo,
porque lo que se te da no lo ves,
porque cuando lo tienes no lo aprecias tanto,
porque cuando te amaba sin morir deseaba vivir para amarte y
ahora que muero amándote, daría mi vida por tenerte un instante más.
Y quizás ahora nunca te tenga,
porque te has ido,
porque el camino no te devuelve a los mismos lugares,
porque al volver la mirada te das cuenta que los ojos que te miran con amor no son los mismos cada instante,
Porque se ama o no,
porque se tiene o no,
porque vives o no.
Y si pudiera dar mi vida por la tuya la daría,
porque ahora no sólo te fuiste por lejos de mí
te fuiste para no volver,
para esperarme allá donde aún no me han llamado,
allá donde te amaré por siempre
al igual que en esta vida te he amado.
(kim jurashi)
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EN DEFENSA DE HERMANN KAFKA
Estas líneas tienen como propósito cuestionar el lugar común en que generalmente se incurre al comentar textos como La metamorfosis o El Proceso, de Franz Kafka. Suele atribuirse el carácter y el tono de estos textos a un hecho aparentemente definitivo en el estilo del escritor: una infancia signada por el autoritarismo de la figura paterna. Sin embargo, este elemento de poca monta difícilmente explica el genio del autor.
Al leer con cierta minuciosidad la Carta al Padre de Franz Kafka, me asaltan una serie de conjeturas respecto a la autenticidad de ese escrito tal como lo conocemos, en virtud de algunas incongruencias en la línea de su razonamiento. Al mismo tiempo, el texto de Kafka despierta varias hipótesis acerca de la verdadera intención de su autor, especialmente si consideramos que Franz sistemáticamente se negó a que su destinatario, Hermann Kafka, la conociese.
Considerando la complicada serie de relaciones que Kafka nos presenta al hablar de su familia en ese texto, no es de extrañar que muchos críticos freudianos encuentren en la Carta un terreno idóneo para desplegar sus teorías psicoanalíticas. Desconfío de la simplicidad de tales análisis y considero que la Carta debe estudiarse a la luz del estilo Kafka, tan inclinado a confundir y proponer en sus relatos y novelas, de forma deliberada, una estudiada mezcla de ficción y realidad.
No hay duda de que Kafka poseía una capacidad especial para profundizar en temas que eran de su interés y resulta pueril aceptar que la Carta, plagada de visibles contradicciones, tuviese como fin último el cuestionar el autoritarismo de su padre y/o dejar constancia de la ambivalente relación sentimental con su progenitor. Por ejemplo, Kafka no era ajeno a las adversas circunstancias que privaron la infancia de Hermann. Los pies descalzos de Hermann en medio de un invierno mortificante, la ausencia de la educación elemental y el brutal empellón hacia el trabajo infantil para sobrevivir, eran asunto de sobremesa en la familia. El hecho de que Hermann hubiese procurado abrirse paso frente a la adversidad y nuclear una familia con aspiraciones de mejoramiento a partir de la nada, son aspectos que prevalecen como una realidad en la vida familiar de los Kafka. Con seguridad, Hermann Kafka era un individuo tan autoritario como cualquier padre del siglo XIX, sin embargo, Franz no desconocía el hecho de que su padre se volvía un obstinado ante el temor a recaer en la pobreza que sufrió siendo niño. Es de suponer que Franz sabía que su padre evitaría a toda costa que sus hijos padecieran el calvario que le tocó vivir. Su inteligencia nos hace suponer que Franz no era un insensato que juzgaría a su padre a pesar de conocer los terribles antecedentes de su carácter.
Pese a estos elementos, la Carta ha jugado un importante papel para anatemizar la figura de Hermann Kafka y convertirla en un epítome monolítico del autoritarismo. De cierta manera, la Carta era una especie de carta de negociación frente a su madre, verdadero eje de la vida familiar, quien, como Kafka mismo debió suponer, se encargó de que la Carta no fuese leída por su esposo. No olvidemos que Hermann Kafka, un judío “trepador”, difícilmente pudiera haberse labrado una posición tan envidiable como la suya sin el apoyo de su esposa Julie Lory, cuya familia, también judía, contribuyó a que los Kafka elevaran su posición económica y social.
No es casual que la Carta transpire una cierta incongruencia de composición; no es que estuviese mal escrita, sino que los razonamientos aparentemente agudos de Franz son en realidad formas de expresión deliberadamente fabricadas para lograr el efecto final de un reclamo vengativo, justificable o no.
El carácter de un individuo puede ser marcado por la actitud autoritaria o irracional de un adulto, sin embargo, la capacidad de análisis y el sustrato de estudiado edipismo que en general transpira la Carta, se colocan muy por encima de la actitud quebradiza que supone. Encuentro una contradicción constante, si bien entre líneas, entre lo que el escritor piensa y calcula, y la actitud de culpa y exoneración que ambiguamente asume frente a la figura paterna.
Franz Kafka, como él mismo reitera, era un individuo inadaptado; muchos son los factores alrededor de esta anomalía: políticos, raciales, sociales y familiares. La compleja circunstancia que guarda el Imperio Austrohúngaro a fines del siglo XIX y, particularmente, el intrincado amasijo que presentan checos, judíos y alemanes conviviendo y compitiendo por un espacio propio en Europa del Este (Praga en particular), son asunto que no viene al caso deshilar aquí por el momento, pero que tampoco hay que ignorar. Kafka reconoce la débil naturaleza que le era propia desde su nacimiento y, de diversas formas, se obstina en sobre valorar aquella condición. Esta posición era un evidente mecanismo de defensa frente a la triste autoestima que supone en muchos de sus escritos privados.
No existe espacio para sugerir que Kafka hubiera deseado que la Carta, su correspondencia privada o su diario, fuesen del conocimiento público, y menos que fuesen publicados como textos. En algunos casos ordenó su destrucción pues nada tenían que ver con sus alcances literarios. El valor historiográfico que pudiera aprovecharse en tales documentos, exige drenar el marcado subjetivismo que permea en todos ellos. No necesariamente todo lo que Kafka escribió era lo que él mismo pensaba realmente, muchos de sus razonamientos buscan crear un efecto preconcebido.
Por ejemplo, es posible que Hermann tuviere en un determinado momento razones aceptables para oponerse al matrimonio de Franz, especialmente la conciencia de los padecimientos crónicos de éste, pero es innegable que el hijo gozaba ya de una independencia intelectual y económica suficiente como liberarse de las supuestas ataduras que gravitaban en su presunta desafortunada infancia.
Algunos de sus biógrafos sugieren que la Carta atribuída a Franz debiera tomarse con las reservas del caso al considerarlo como un testimonio biográfico legítimo, no hay que olvidar que la intención de su amigo y escritor Max Brod al editarla y publicarla obedece más a su afán por difundir la imagen de Kafka como literato, antes que ofrecer un documento que dé constancia de la vida del escritor.
Sus textos literarios acusan una visión marcadamente inadaptada frente a un mundo que no se preocupa en explicar. Pero el escritor tiene la prerrogativa de no tener que dar explicación de la significación de su obra. Esa tarea menor corresponde a los críticos.
El autor checo poseía un talento literario inobjetable. Su estilo aparece como el de un ser inadaptado en más de un sentido. De aceptar esta premisa, esta inadaptación tenía por origen su débil constitución física, como él mismo reconoce, no tanto las razones formativas interfamiliares que pudieren asumirse. Ello no significa, por supuesto, que tal inadaptación no fuese aprovechada de forma deliberada por el intelecto de Kafka para escribir –deliberadamente, insisto- desde una óptica especialmente singular. Lo contrario me haría suponer que el peso de las desventajas físicas de Franz eran superiores a su inteligencia y que su genio literario fuese algo meramente fortuito.
La Carta al Padre, lejos de esclarecer el carácter de Kafka y la afectación que supone, se levanta como una nube de humo frente a una realidad, en el mejor de los casos, enigmática. Algunos de los estudiosos de su vida y obra creen encontrar en dicha carta la piedra filosofal de sus investigaciones. Existen elementos suficientes para desconfiar de tales especulaciones. (nacho mondaca)
EN DEFENSA DE HERMANN KAFKA
Estas líneas tienen como propósito cuestionar el lugar común en que generalmente se incurre al comentar textos como La metamorfosis o El Proceso, de Franz Kafka. Suele atribuirse el carácter y el tono de estos textos a un hecho aparentemente definitivo en el estilo del escritor: una infancia signada por el autoritarismo de la figura paterna. Sin embargo, este elemento de poca monta difícilmente explica el genio del autor.
Al leer con cierta minuciosidad la Carta al Padre de Franz Kafka, me asaltan una serie de conjeturas respecto a la autenticidad de ese escrito tal como lo conocemos, en virtud de algunas incongruencias en la línea de su razonamiento. Al mismo tiempo, el texto de Kafka despierta varias hipótesis acerca de la verdadera intención de su autor, especialmente si consideramos que Franz sistemáticamente se negó a que su destinatario, Hermann Kafka, la conociese.
Considerando la complicada serie de relaciones que Kafka nos presenta al hablar de su familia en ese texto, no es de extrañar que muchos críticos freudianos encuentren en la Carta un terreno idóneo para desplegar sus teorías psicoanalíticas. Desconfío de la simplicidad de tales análisis y considero que la Carta debe estudiarse a la luz del estilo Kafka, tan inclinado a confundir y proponer en sus relatos y novelas, de forma deliberada, una estudiada mezcla de ficción y realidad.
No hay duda de que Kafka poseía una capacidad especial para profundizar en temas que eran de su interés y resulta pueril aceptar que la Carta, plagada de visibles contradicciones, tuviese como fin último el cuestionar el autoritarismo de su padre y/o dejar constancia de la ambivalente relación sentimental con su progenitor. Por ejemplo, Kafka no era ajeno a las adversas circunstancias que privaron la infancia de Hermann. Los pies descalzos de Hermann en medio de un invierno mortificante, la ausencia de la educación elemental y el brutal empellón hacia el trabajo infantil para sobrevivir, eran asunto de sobremesa en la familia. El hecho de que Hermann hubiese procurado abrirse paso frente a la adversidad y nuclear una familia con aspiraciones de mejoramiento a partir de la nada, son aspectos que prevalecen como una realidad en la vida familiar de los Kafka. Con seguridad, Hermann Kafka era un individuo tan autoritario como cualquier padre del siglo XIX, sin embargo, Franz no desconocía el hecho de que su padre se volvía un obstinado ante el temor a recaer en la pobreza que sufrió siendo niño. Es de suponer que Franz sabía que su padre evitaría a toda costa que sus hijos padecieran el calvario que le tocó vivir. Su inteligencia nos hace suponer que Franz no era un insensato que juzgaría a su padre a pesar de conocer los terribles antecedentes de su carácter.
Pese a estos elementos, la Carta ha jugado un importante papel para anatemizar la figura de Hermann Kafka y convertirla en un epítome monolítico del autoritarismo. De cierta manera, la Carta era una especie de carta de negociación frente a su madre, verdadero eje de la vida familiar, quien, como Kafka mismo debió suponer, se encargó de que la Carta no fuese leída por su esposo. No olvidemos que Hermann Kafka, un judío “trepador”, difícilmente pudiera haberse labrado una posición tan envidiable como la suya sin el apoyo de su esposa Julie Lory, cuya familia, también judía, contribuyó a que los Kafka elevaran su posición económica y social.
No es casual que la Carta transpire una cierta incongruencia de composición; no es que estuviese mal escrita, sino que los razonamientos aparentemente agudos de Franz son en realidad formas de expresión deliberadamente fabricadas para lograr el efecto final de un reclamo vengativo, justificable o no.
El carácter de un individuo puede ser marcado por la actitud autoritaria o irracional de un adulto, sin embargo, la capacidad de análisis y el sustrato de estudiado edipismo que en general transpira la Carta, se colocan muy por encima de la actitud quebradiza que supone. Encuentro una contradicción constante, si bien entre líneas, entre lo que el escritor piensa y calcula, y la actitud de culpa y exoneración que ambiguamente asume frente a la figura paterna.
Franz Kafka, como él mismo reitera, era un individuo inadaptado; muchos son los factores alrededor de esta anomalía: políticos, raciales, sociales y familiares. La compleja circunstancia que guarda el Imperio Austrohúngaro a fines del siglo XIX y, particularmente, el intrincado amasijo que presentan checos, judíos y alemanes conviviendo y compitiendo por un espacio propio en Europa del Este (Praga en particular), son asunto que no viene al caso deshilar aquí por el momento, pero que tampoco hay que ignorar. Kafka reconoce la débil naturaleza que le era propia desde su nacimiento y, de diversas formas, se obstina en sobre valorar aquella condición. Esta posición era un evidente mecanismo de defensa frente a la triste autoestima que supone en muchos de sus escritos privados.
No existe espacio para sugerir que Kafka hubiera deseado que la Carta, su correspondencia privada o su diario, fuesen del conocimiento público, y menos que fuesen publicados como textos. En algunos casos ordenó su destrucción pues nada tenían que ver con sus alcances literarios. El valor historiográfico que pudiera aprovecharse en tales documentos, exige drenar el marcado subjetivismo que permea en todos ellos. No necesariamente todo lo que Kafka escribió era lo que él mismo pensaba realmente, muchos de sus razonamientos buscan crear un efecto preconcebido.
Por ejemplo, es posible que Hermann tuviere en un determinado momento razones aceptables para oponerse al matrimonio de Franz, especialmente la conciencia de los padecimientos crónicos de éste, pero es innegable que el hijo gozaba ya de una independencia intelectual y económica suficiente como liberarse de las supuestas ataduras que gravitaban en su presunta desafortunada infancia.
Algunos de sus biógrafos sugieren que la Carta atribuída a Franz debiera tomarse con las reservas del caso al considerarlo como un testimonio biográfico legítimo, no hay que olvidar que la intención de su amigo y escritor Max Brod al editarla y publicarla obedece más a su afán por difundir la imagen de Kafka como literato, antes que ofrecer un documento que dé constancia de la vida del escritor.
Sus textos literarios acusan una visión marcadamente inadaptada frente a un mundo que no se preocupa en explicar. Pero el escritor tiene la prerrogativa de no tener que dar explicación de la significación de su obra. Esa tarea menor corresponde a los críticos.
El autor checo poseía un talento literario inobjetable. Su estilo aparece como el de un ser inadaptado en más de un sentido. De aceptar esta premisa, esta inadaptación tenía por origen su débil constitución física, como él mismo reconoce, no tanto las razones formativas interfamiliares que pudieren asumirse. Ello no significa, por supuesto, que tal inadaptación no fuese aprovechada de forma deliberada por el intelecto de Kafka para escribir –deliberadamente, insisto- desde una óptica especialmente singular. Lo contrario me haría suponer que el peso de las desventajas físicas de Franz eran superiores a su inteligencia y que su genio literario fuese algo meramente fortuito.
La Carta al Padre, lejos de esclarecer el carácter de Kafka y la afectación que supone, se levanta como una nube de humo frente a una realidad, en el mejor de los casos, enigmática. Algunos de los estudiosos de su vida y obra creen encontrar en dicha carta la piedra filosofal de sus investigaciones. Existen elementos suficientes para desconfiar de tales especulaciones. (nacho mondaca)
jueves, noviembre 06, 2003
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EL CUERVO Y LA FUENTE ESCARLATA
En el centro de un hermoso parque, rodeada todo el tiempo por gente curiosa y otras mas asombradas, había una fuente, una fuente muy particular, pues el estanque de ésta contenía agua color escarlata, como sí la fuente emanara sangre, pero no era así, de ésta sólo salía agua pura y cristalina, ese era el enigma, el fluido rojo. La gente que gustaba pasear por las tardes, pasaba a un lado de esta, y había dos opciones: o huían por el aspecto no muy agradable, o se quedaban a contemplarla preguntándose que era aquello.
- Mira esa horrible fuente querido – decía una señora a su esposo, quien no hacía caso al tono exagerado de su señora esposa -. Está tan sucia qué tiene un color rojizo, casi escarlata.
- Anda mujer – Replicaba el esposo, el cual ni volteaba conociendo a su monótona esposa -, así como pones atención en cosas irrelevantes, deberías hacerlo en el matrimonio.
Quizás era suciedad, quizás no; lo cierto es qué la gente no veía con buenos ojos el macabro aspecto de la fuente. A la luz de la luna era aun mas tenebroso, pues el agua espesa brillaba, además de que se rumoraba que en las noches la fuente emanaba un olor mortecino, pues los chorros dejaban de funcionar. Los niños, quienes eran mas curiosos, abundaban más sobre el tema, sí no es con preguntas, lo hacían con pueriles especulaciones.
- Mama, mama ¿Por qué el agua de la fuente es roja?
- No lo sé hijo – contestaba la madre con aire paciente.
- ¿Es sangre?, ¿La pintaron?, ¿Es pintura?
- No lo sé hijo, pero ven ya, deja de observar esa fea fuente.
- Ha de ser jugo de fresa – especulaba otro pequeño -, mama ¿puedo beber un poco?
- ¡Por supuesto que no! – Respondía la mama irritada, jaloneando al niño por la manga de la camisa -, ¡aléjate de esa fuente!
Independientemente del estanque, la fuente era una hermosa escultura. Para ser mas preciso era una divinidad griega, el belicoso Marte, que miraba al cielo con lucidez y tenía un cetro en la mano izquierda. En la cabeza de éste – desde que el agua del estanque era escarlata – había un cuervo, un cuervo que no volaba, no aleteaba, sólo estaba ahí. De vez en cuando se pasaba a los hombros del dios o bajaba al borde del estanque, pero jamás había abandonado la fuente.
A media noche, cuando no había nadie a los alrededores, volaba el a los pies del dios y bebía agua del estanque, además se zambullía en éste por varios segundos y salía estilando gotas rojas, como si estuviese herido; esperaba algunos segundos y volvía a sumergirse al fondo. Después de varias repeticiones levantaba el vuelo, con sus húmedas alas rojas y pesadas, hacia la cabeza de Marte, donde dormía.
Una tarde, cuando el parque era fuertemente transitada por peatones curiosos, el cuervo se hallaba bebiendo agua, cuando terminó se elevó a la cabeza del dios, a su lado, en el cetro, se encontraba descansando una tórtola, que observaba al cuervo con el ceño fruncido, pues ésta jamás bebería agua tan asquerosa.
- ¿No te da asco beber de ese liquido espeso? – preguntó la pequeña ave dirigiéndose al cuervo.
- ¿Crees tú qué sí el agua no fuese de mi agrado, la tomara? – Inquirió el ave negra.
- Hace tempo este lugar era mi hogar – replicó la tórtola -, tenía toda el agua que quisiese para beber permanentemente y además las deliciosas larvas que se formaban a la orilla del estanque me servían como alimento. Pero ahora con esa “maldición del agua” no puedo beber, mucho menos comer, ya que las larvas ya no aparecen, han de tener asco de nacer en un hogar tan sucio como este, no entiendo… ¿Tu estas enterado de que aconteció aquí?
- No lo sé – contestó el cuervo dándole la espalda a la tórtola.
- Anda, dímelo – insistió la tórtola –, ya te he observado y tú nunca te mueves de este lugar, debes de saber qué ha pasado, además ¿Cómo te alimentas sin alejarte de este lugar?
- Eso no es de tu importancia – replicó el pajarraco negro con tono irritado -, y ya aléjate de mis territorios, déjame en paz.
-Cuéntame qué pasó y me voy – Agregó la pequeña tórtola, como si quisiese hacer enojar al cuervo -, sí no, no me iré.
-Esta bien – dijo amainado el cuervo, quien voló a la orilla del cetro para contarle -, escúchame bien: hace un mes aproximadamente – susurraba – la fuente estaba deshabitada, yo volaba por aquí en los alrededores, después de largos y desesperados vuelos por buscar comida, busqué un lugar para reposar, y encontré esta fuente. Después de estudiarla me quedé descansando en la cabeza de la estatua. Estaba tan exhausto que me quedé dormido, apenas estaba cayendo en un profundo sueño cuando oí gritos humanos, obviamente no entendía que decía, sólo pude percatarme ,por sus movimientos bruscos, que huía lleno de pánico de otro sujeto, quien llevaba consigo un arma filosa; el sujeto que huía tropezó con la orilla de la fuente y cayó en el estanque; cuando se puso en pie, el otro tipo estaba frente a él – hizo una pausa, y prosiguió con tono alterado -, fue cuando le clavó el arma en el costado derecho. El ejecutor se dio a la fuga y el afectado cayó agonizante en el estanque, hizo un intento por pedir ayuda, pero al sumergirse en el agua de la fuente, ya su voz ahogada no se escuchó mas.
Yo observé cada detalle, tú sabes que nosotros carecemos de un corazón, o tenemos uno muy pequeño, por ende, pude quedarme de lo más cómodo en esta fuente, mientras veía como el demonio practicaba su evangelio. A partir de entonces tomé esta fuente como mi hogar.
- P-Pero no me has dicho como te alimentas – Insistía la tórtola con voz trémula., pues era demasiado fuerte esa descripción para ella.
- Eso – replicó el cuervo con sonrisa sardónica mientras veía como la pequeña ave temblaba -, lo dejo a tu imaginación.
La tórtola, con buenos sentimientos, quedó pasmada y no pudo articular palabras, voló desconcertada, pues volaba como si estuviese mareada. El cuervo con una sonrisa maliciosa miraba como la cobarde tórtola planeaba con torpes movimientos, causados por las ideas que se había creado después del relato. El pájaro negro volvió a la cabeza de Marte y durmió.
La mañana siguiente el cielo estaba furioso y arrojaba su podredumbre a sudor y maldiciones, llovía. El cuervo por vez primera, desde hace mucho tiempo, voló lejos de la fuente, volaba fuerte y decidido. En el transcurso del vuelo casi atropella a la ya conocida tórtola, que estaba sobre la copa de un árbol.
- Oye tú, cuervo raro – dijo el pequeño pájaro con semblante incrédulo -, ¿Qué ha pasado, por qué has abandonando tu abrigador hogar?
- Descúbrelo con tus propios ojos, mi estimada tortolita curiosa. – dijo el cuervo señalando en dirección a la fuente con su rostro.
La pequeña ave voló presurosa en dirección a la fuente, pronto se percató de que había una aglomeración alrededor de ésta, la gente susurraba de oído a oído con rostro espantado; entre la gente había representantes de la ley. El ave se acercó lo suficiente para poder enterarse de lo que estaba aconteciendo, se posó sobre la cabeza de Marte – como solía hacerlo el cuervo - y con gran horror vio como sacaban del estanque un cadáver, el cuerpo al que había hecho referencia el cuervo en su relato, el cual tenía despellejada la cara, el cuello, el estomago y parte del vientre; ahora la tórtola entendía todo: el agua se había tornado escarlata por la sangre que emanaba día a día del cuerpo, además con gran sufrimiento comprendió que el pellejo que le faltaba al cuerpo, había sido por el cuervo como alimento, grotesco. El olor putrefacto se había suprimido por la humedad del agua, que constantemente estaba saliendo de la boca de la deidad.
Esa mañana que llovía, el agua había llenado el estanque, derramando el líquido escarlata y así mismo descubriendo el cuerpo, cadáver que ahora ya se habían llevado. Así, el cadáver había pasado desapercibido por todos, a excepción del cuervo.
La pequeña tórtola muda de pánico, regresó a la copa del árbol donde había dejado al cuervo, ahí el pájaro negro la esperaba con sonrisa cruel, pues veía a la tórtola con semblante horrorizado.
- ¿Qué opinas mi estimada tórtola? – dijo el cuervo con ligera ironía.
- ¿E-En…verdad… tu…?
Antes de que la tórtola terminara su pregunta, el cuervo emprendió el vuelo de una manera violenta, tan violento que dejó plumas al aire, plumas escarlatas con ligero olor a sangre.
(Daniel Avecucho)
EL CUERVO Y LA FUENTE ESCARLATA
En el centro de un hermoso parque, rodeada todo el tiempo por gente curiosa y otras mas asombradas, había una fuente, una fuente muy particular, pues el estanque de ésta contenía agua color escarlata, como sí la fuente emanara sangre, pero no era así, de ésta sólo salía agua pura y cristalina, ese era el enigma, el fluido rojo. La gente que gustaba pasear por las tardes, pasaba a un lado de esta, y había dos opciones: o huían por el aspecto no muy agradable, o se quedaban a contemplarla preguntándose que era aquello.
- Mira esa horrible fuente querido – decía una señora a su esposo, quien no hacía caso al tono exagerado de su señora esposa -. Está tan sucia qué tiene un color rojizo, casi escarlata.
- Anda mujer – Replicaba el esposo, el cual ni volteaba conociendo a su monótona esposa -, así como pones atención en cosas irrelevantes, deberías hacerlo en el matrimonio.
Quizás era suciedad, quizás no; lo cierto es qué la gente no veía con buenos ojos el macabro aspecto de la fuente. A la luz de la luna era aun mas tenebroso, pues el agua espesa brillaba, además de que se rumoraba que en las noches la fuente emanaba un olor mortecino, pues los chorros dejaban de funcionar. Los niños, quienes eran mas curiosos, abundaban más sobre el tema, sí no es con preguntas, lo hacían con pueriles especulaciones.
- Mama, mama ¿Por qué el agua de la fuente es roja?
- No lo sé hijo – contestaba la madre con aire paciente.
- ¿Es sangre?, ¿La pintaron?, ¿Es pintura?
- No lo sé hijo, pero ven ya, deja de observar esa fea fuente.
- Ha de ser jugo de fresa – especulaba otro pequeño -, mama ¿puedo beber un poco?
- ¡Por supuesto que no! – Respondía la mama irritada, jaloneando al niño por la manga de la camisa -, ¡aléjate de esa fuente!
Independientemente del estanque, la fuente era una hermosa escultura. Para ser mas preciso era una divinidad griega, el belicoso Marte, que miraba al cielo con lucidez y tenía un cetro en la mano izquierda. En la cabeza de éste – desde que el agua del estanque era escarlata – había un cuervo, un cuervo que no volaba, no aleteaba, sólo estaba ahí. De vez en cuando se pasaba a los hombros del dios o bajaba al borde del estanque, pero jamás había abandonado la fuente.
A media noche, cuando no había nadie a los alrededores, volaba el a los pies del dios y bebía agua del estanque, además se zambullía en éste por varios segundos y salía estilando gotas rojas, como si estuviese herido; esperaba algunos segundos y volvía a sumergirse al fondo. Después de varias repeticiones levantaba el vuelo, con sus húmedas alas rojas y pesadas, hacia la cabeza de Marte, donde dormía.
Una tarde, cuando el parque era fuertemente transitada por peatones curiosos, el cuervo se hallaba bebiendo agua, cuando terminó se elevó a la cabeza del dios, a su lado, en el cetro, se encontraba descansando una tórtola, que observaba al cuervo con el ceño fruncido, pues ésta jamás bebería agua tan asquerosa.
- ¿No te da asco beber de ese liquido espeso? – preguntó la pequeña ave dirigiéndose al cuervo.
- ¿Crees tú qué sí el agua no fuese de mi agrado, la tomara? – Inquirió el ave negra.
- Hace tempo este lugar era mi hogar – replicó la tórtola -, tenía toda el agua que quisiese para beber permanentemente y además las deliciosas larvas que se formaban a la orilla del estanque me servían como alimento. Pero ahora con esa “maldición del agua” no puedo beber, mucho menos comer, ya que las larvas ya no aparecen, han de tener asco de nacer en un hogar tan sucio como este, no entiendo… ¿Tu estas enterado de que aconteció aquí?
- No lo sé – contestó el cuervo dándole la espalda a la tórtola.
- Anda, dímelo – insistió la tórtola –, ya te he observado y tú nunca te mueves de este lugar, debes de saber qué ha pasado, además ¿Cómo te alimentas sin alejarte de este lugar?
- Eso no es de tu importancia – replicó el pajarraco negro con tono irritado -, y ya aléjate de mis territorios, déjame en paz.
-Cuéntame qué pasó y me voy – Agregó la pequeña tórtola, como si quisiese hacer enojar al cuervo -, sí no, no me iré.
-Esta bien – dijo amainado el cuervo, quien voló a la orilla del cetro para contarle -, escúchame bien: hace un mes aproximadamente – susurraba – la fuente estaba deshabitada, yo volaba por aquí en los alrededores, después de largos y desesperados vuelos por buscar comida, busqué un lugar para reposar, y encontré esta fuente. Después de estudiarla me quedé descansando en la cabeza de la estatua. Estaba tan exhausto que me quedé dormido, apenas estaba cayendo en un profundo sueño cuando oí gritos humanos, obviamente no entendía que decía, sólo pude percatarme ,por sus movimientos bruscos, que huía lleno de pánico de otro sujeto, quien llevaba consigo un arma filosa; el sujeto que huía tropezó con la orilla de la fuente y cayó en el estanque; cuando se puso en pie, el otro tipo estaba frente a él – hizo una pausa, y prosiguió con tono alterado -, fue cuando le clavó el arma en el costado derecho. El ejecutor se dio a la fuga y el afectado cayó agonizante en el estanque, hizo un intento por pedir ayuda, pero al sumergirse en el agua de la fuente, ya su voz ahogada no se escuchó mas.
Yo observé cada detalle, tú sabes que nosotros carecemos de un corazón, o tenemos uno muy pequeño, por ende, pude quedarme de lo más cómodo en esta fuente, mientras veía como el demonio practicaba su evangelio. A partir de entonces tomé esta fuente como mi hogar.
- P-Pero no me has dicho como te alimentas – Insistía la tórtola con voz trémula., pues era demasiado fuerte esa descripción para ella.
- Eso – replicó el cuervo con sonrisa sardónica mientras veía como la pequeña ave temblaba -, lo dejo a tu imaginación.
La tórtola, con buenos sentimientos, quedó pasmada y no pudo articular palabras, voló desconcertada, pues volaba como si estuviese mareada. El cuervo con una sonrisa maliciosa miraba como la cobarde tórtola planeaba con torpes movimientos, causados por las ideas que se había creado después del relato. El pájaro negro volvió a la cabeza de Marte y durmió.
La mañana siguiente el cielo estaba furioso y arrojaba su podredumbre a sudor y maldiciones, llovía. El cuervo por vez primera, desde hace mucho tiempo, voló lejos de la fuente, volaba fuerte y decidido. En el transcurso del vuelo casi atropella a la ya conocida tórtola, que estaba sobre la copa de un árbol.
- Oye tú, cuervo raro – dijo el pequeño pájaro con semblante incrédulo -, ¿Qué ha pasado, por qué has abandonando tu abrigador hogar?
- Descúbrelo con tus propios ojos, mi estimada tortolita curiosa. – dijo el cuervo señalando en dirección a la fuente con su rostro.
La pequeña ave voló presurosa en dirección a la fuente, pronto se percató de que había una aglomeración alrededor de ésta, la gente susurraba de oído a oído con rostro espantado; entre la gente había representantes de la ley. El ave se acercó lo suficiente para poder enterarse de lo que estaba aconteciendo, se posó sobre la cabeza de Marte – como solía hacerlo el cuervo - y con gran horror vio como sacaban del estanque un cadáver, el cuerpo al que había hecho referencia el cuervo en su relato, el cual tenía despellejada la cara, el cuello, el estomago y parte del vientre; ahora la tórtola entendía todo: el agua se había tornado escarlata por la sangre que emanaba día a día del cuerpo, además con gran sufrimiento comprendió que el pellejo que le faltaba al cuerpo, había sido por el cuervo como alimento, grotesco. El olor putrefacto se había suprimido por la humedad del agua, que constantemente estaba saliendo de la boca de la deidad.
Esa mañana que llovía, el agua había llenado el estanque, derramando el líquido escarlata y así mismo descubriendo el cuerpo, cadáver que ahora ya se habían llevado. Así, el cadáver había pasado desapercibido por todos, a excepción del cuervo.
La pequeña tórtola muda de pánico, regresó a la copa del árbol donde había dejado al cuervo, ahí el pájaro negro la esperaba con sonrisa cruel, pues veía a la tórtola con semblante horrorizado.
- ¿Qué opinas mi estimada tórtola? – dijo el cuervo con ligera ironía.
- ¿E-En…verdad… tu…?
Antes de que la tórtola terminara su pregunta, el cuervo emprendió el vuelo de una manera violenta, tan violento que dejó plumas al aire, plumas escarlatas con ligero olor a sangre.
(Daniel Avecucho)
.
¡NO!
.....
No juegues con mi cariño,
No te burles de mi amor,
No hagas sufrir a mi alma
Ni dañes mi corazón...
.....
No digas que no me quieres,
Pues tus palabras me hieren
Tus frases son como cardos
Que espinan a quien los tiene.
.....
No aumentes mi incertidumbre,
Con gestos y frases vanas,
Que conducen al delirio
A mi alma atormentada...
.....
Si has de terminar conmigo,
De una vez da la estocada
Que ha de acabar con la fe,
La esperanza y el amor..
Que mi alma cultivara.......
(Kim Jurashi)
¡NO!
.....
No juegues con mi cariño,
No te burles de mi amor,
No hagas sufrir a mi alma
Ni dañes mi corazón...
.....
No digas que no me quieres,
Pues tus palabras me hieren
Tus frases son como cardos
Que espinan a quien los tiene.
.....
No aumentes mi incertidumbre,
Con gestos y frases vanas,
Que conducen al delirio
A mi alma atormentada...
.....
Si has de terminar conmigo,
De una vez da la estocada
Que ha de acabar con la fe,
La esperanza y el amor..
Que mi alma cultivara.......
(Kim Jurashi)
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EL GUIÑO DE LA MUERTE
Mitología popular del Bajío.
Al casco centenario de la hacienda
despertó muy temprano un alboroto:
Donaciano, el peón de la molienda
entró gritando, lívido su rostro.
“¡Patrón, patrón!, chilló desesperado,
necesito que me preste su caballo”.
“Que te ocurre, responde el hacendado,
Te ves pálido, al borde del desmayo.”
“Por la cruz, patroncito, me he topado
con la misma ‘huesuda’, ¡Con la muerte!,
¡Y no sabe qué feo me ha mirado!
Présteme por Dios a ‘Malasuerte’. ”
Da una señal el patrón al caporal:
“Ensíllame al mejor de mis caballos:
¡a ‘Malasuerte’...!”, un magnífico alazán.
Donaciano le monta como rayo.
“¿Que norte llevas?,” pregunta el hacendado
“Me voy muy lejos, patrón, hasta San Juan”.
“Dios te guarde... y cuida mi caballo”.
Serios se miran patrón y caporal.
No dijo más aquel pobre sirviente.
El peinado camino de la hacienda
parió una estela de polvo indiferente
que protegió al fugado y a su rienda.
Al poco rato el próspero hacendado
halló a la muerte tirando de una yunta
y frunciendo su ceño, disgustado,
sin temor y sin duda le pregunta:
“¿Qué haces por aquí, muerte agraviada?
Mi peón ha huido para no encontrarte,
pues piensa que le hiciste mala cara
y no quiso ni siquiera saludarte.”
“Sí, dice la parca resignada
sacudiendo el faldón de su levita,
vi a Donaciano y estoy muy extrañada.
Es en San Juan donde tenemos cita.”
(nacho mondaca)
EL GUIÑO DE LA MUERTE
Mitología popular del Bajío.
Al casco centenario de la hacienda
despertó muy temprano un alboroto:
Donaciano, el peón de la molienda
entró gritando, lívido su rostro.
“¡Patrón, patrón!, chilló desesperado,
necesito que me preste su caballo”.
“Que te ocurre, responde el hacendado,
Te ves pálido, al borde del desmayo.”
“Por la cruz, patroncito, me he topado
con la misma ‘huesuda’, ¡Con la muerte!,
¡Y no sabe qué feo me ha mirado!
Présteme por Dios a ‘Malasuerte’. ”
Da una señal el patrón al caporal:
“Ensíllame al mejor de mis caballos:
¡a ‘Malasuerte’...!”, un magnífico alazán.
Donaciano le monta como rayo.
“¿Que norte llevas?,” pregunta el hacendado
“Me voy muy lejos, patrón, hasta San Juan”.
“Dios te guarde... y cuida mi caballo”.
Serios se miran patrón y caporal.
No dijo más aquel pobre sirviente.
El peinado camino de la hacienda
parió una estela de polvo indiferente
que protegió al fugado y a su rienda.
Al poco rato el próspero hacendado
halló a la muerte tirando de una yunta
y frunciendo su ceño, disgustado,
sin temor y sin duda le pregunta:
“¿Qué haces por aquí, muerte agraviada?
Mi peón ha huido para no encontrarte,
pues piensa que le hiciste mala cara
y no quiso ni siquiera saludarte.”
“Sí, dice la parca resignada
sacudiendo el faldón de su levita,
vi a Donaciano y estoy muy extrañada.
Es en San Juan donde tenemos cita.”
(nacho mondaca)
miércoles, noviembre 05, 2003
STATE OF THE UNION ADRESS
(Tomado del blog Literatura Aleatoria deBruno Ruiz de Tijuana)
Hace un año,Amaranta me comentó de estas bitácoras en Internet donde podía publicar textos. Desde entonces empecé este proyecto: Literatura Aleatoria. Con el tiempo he ido midiendo ritmos, estilos, experimentos, respuestas de lectores (he conocido blogs y sus autores), llevándome distintas conclusiones al respecto. Al principio, como en todo proyecto, el grado de entusiasmo fue evidente. Publicaba con mayor frecuencia. Había interés. Euforia. Novedad. Después, al ir comparando resultados, y haciendo balanzas, valoraciones con otros intereses literarios, entendí que el blog no me regresaba lo suficiente como para invertirle tanto. Dejé de atenderlo. Empecé a flaquear, bajando hasta dos o tres por semana, luego a semanal, y así. Ahora tengo unos meses de regreso. Quizá entendí algo: Si eres autor, o te gusta ‘escribir’, el blog te mantiene en forma. Esto es, el ejercitar la escritura pública te mantiene alerta, te obliga a hacer las cosas bien. La escritura privada, trabajos de narrativa que se mantienen bajo candado para un desvelamiento futuro, te permiten flojear a cierto punto, y descuidar tu oficio en cuanto a técnica se refiere. Así mismo, la escritura pública te mantiene en contacto con lectores que podrían estar interesados en tus novedades. Por lo que permanecer en la vía publica (en Internet, el futuro de la literatura, anyway), es vital.
(Tomado del blog Literatura Aleatoria de
Hace un año,
LETANÍAS DE UN SUICIDA
Aún te espero. Mas no sé por cuanto tiempo. ¿Cómo callar este dolor?; desearía ahogarme en la penumbra de la noche, en donde no hay nadie. Donde no estés tú. Desearía que ya no doliese tanto; que el aire ya no quemara mis pulmones, calcinándolos hasta las cenizas. Hasta la nada. ¡Pobre de mí!, mortal con esperanzas fallidas, amor quebrantado, con cuerpo olvidado y el corazón más que desgarrado, triturado.
Desearía que la luz del alba ya no penetrara en mis ojos, en mis poros; quisiera no volver a ver la luz no propia de la maldita y celosa luna, que las nubes se la tragaran, que la devoraran hasta quedar satisfechas, y que reencarnase en cristalinas gotas de lluvia provocadas por tormentosas nubes bulímicas; y cubrirme con su muerte hasta enfermarme.
Desearía que mi vista me abandonara y no ver a mi alrededor, observando que no hay nada, que todo está vacío; todo te lo has llevado. Ni siquiera tengo un rincón donde tirar mi existencia (si es que todavía la tengo), no hay lugar donde vaciar mi sangre; mi sangre incolora. No quiero ver nada que me recuerde a ti; tampoco a esos amantes que divagan por la ciudad, que más que por amor, parece que sólo caminan frente a mí para enterrar más profundo la daga incrustada en mi pecho, rozando a mi corazón que en añicos está.
Desearía dejar de moverme para no ver la hipocresía de la gente, para no contagiarme con esa maldita enfermedad, para no ser testigo de los secretos amoríos del crepúsculo: ¿Por qué te has ido, huyendo como cobarde caballero montado en un Pegaso, hacia el cielo, lo infinito, convirtiéndote en una constelación de Mercurio, plasmado en el azabache celeste espacial?; aún no me toca sacar mi empolvado telescopio y verte a lo lejos divirtiéndote con otras estrellas; participando en orgías espaciales; observarte como follas con otros cuerpos celestes, otros soles y unos cuantos meteoros divagando por el universo buscando a quien infectar con el calor de su cola en ebullición.
Desearía no tener que respirar este aire fétido que me envuelve con sus ardientes manos, estrangulándome hasta verme reír. ¡Maldito aire!, déjame, abandóname, huye como lo hizo él. Sólo quiero no sentirte, no saber de ti, ni de tu hermano el viento que juntos aturden a mi piel, a mis fosas nasales, penetrando hasta el último tejido de mis pulmones. No entienden que sólo los envenenas; deja de malgastar tus fuerzas; fuerzas que a mi me hacen falta.
Desearía escapar contigo hacia donde fuiste; pero ignoro el lugar. No quiero quedarme estático en el olvido; nadando en el Leteo. Me enloquece la muchedumbre que sólo pregunta por ti; y yo lo hago también. No soporto oírles; no estaría mal arrancarles de un tajo sus venenosas lenguas que sólo se mueven para aturdirme. Son demasiadas tormentosas sus miradas; me aniquilan una tras otra. Quisiera gritar tan alto para que Zeus pudiera oírme; para que pudieras oírme. Con un solo grito bastaría para sacar todo lo putrefacto que hay en mi pecho, en mi alma. Con un solo grito puedo desgarrar todo, mi voz y sus cuerdas que ya no tiemblan al abrir mi boca, que ya no produce susurro alguno; que ya no dice nada.
Desearía tomar mi sexo y hacerlo trizas, que no me es útil sin tí. Antes era todo un festín, ahora ni sabor posee. No deseo tener contacto con ningún otro mortal, mi cuerpo está tan dañado que miedo me da de contagiar otros tantos, que olvidando su moral y principios, se prostituyen en cuerpo y alma convirtiéndose en vampiros diurnos de la zona heterodoxa; me parezco tanto a ellos. No quiero ver mi cuerpo con las marcas de los restos de tu agonía escupida sobre mi vientre, después de unos miles de vaivenes que acarrearon consigo un orgasmo; tampoco quiero sentir el extraño recuerdo de antaño de tus besos y caricias; ya estando tan lejos, no he conseguido olvidarte, ni sacarte de mi mente, que golpea con furia de un dios en las paredes de mi cabeza haciéndola estallar, haciéndola pedazos. Bastantes lágrimas han recorrido mis mejillas sin respuesta alguna; dejaron de ser transparentes y saladas, para convertirse en sangre que alguna vez recorrió por mis venas.
Desearía que mi corazón dejara de latir, que sus inútiles pulsaciones dejen de atormentar mi alma y cese el sonoro tambor, que más que música, produce una desgarradora danza macabra provocándome insomnio, angustia, delirio y desesperación por arrancarme, como un caníbal, todo las entrañas, todo lo que hay dentro. Esta bomba de tiempo que no parece acabar; explota de una vez y termina con mi áspero sufrimiento.
(Azabache Nocturno)
Aún te espero. Mas no sé por cuanto tiempo. ¿Cómo callar este dolor?; desearía ahogarme en la penumbra de la noche, en donde no hay nadie. Donde no estés tú. Desearía que ya no doliese tanto; que el aire ya no quemara mis pulmones, calcinándolos hasta las cenizas. Hasta la nada. ¡Pobre de mí!, mortal con esperanzas fallidas, amor quebrantado, con cuerpo olvidado y el corazón más que desgarrado, triturado.
Desearía que la luz del alba ya no penetrara en mis ojos, en mis poros; quisiera no volver a ver la luz no propia de la maldita y celosa luna, que las nubes se la tragaran, que la devoraran hasta quedar satisfechas, y que reencarnase en cristalinas gotas de lluvia provocadas por tormentosas nubes bulímicas; y cubrirme con su muerte hasta enfermarme.
Desearía que mi vista me abandonara y no ver a mi alrededor, observando que no hay nada, que todo está vacío; todo te lo has llevado. Ni siquiera tengo un rincón donde tirar mi existencia (si es que todavía la tengo), no hay lugar donde vaciar mi sangre; mi sangre incolora. No quiero ver nada que me recuerde a ti; tampoco a esos amantes que divagan por la ciudad, que más que por amor, parece que sólo caminan frente a mí para enterrar más profundo la daga incrustada en mi pecho, rozando a mi corazón que en añicos está.
Desearía dejar de moverme para no ver la hipocresía de la gente, para no contagiarme con esa maldita enfermedad, para no ser testigo de los secretos amoríos del crepúsculo: ¿Por qué te has ido, huyendo como cobarde caballero montado en un Pegaso, hacia el cielo, lo infinito, convirtiéndote en una constelación de Mercurio, plasmado en el azabache celeste espacial?; aún no me toca sacar mi empolvado telescopio y verte a lo lejos divirtiéndote con otras estrellas; participando en orgías espaciales; observarte como follas con otros cuerpos celestes, otros soles y unos cuantos meteoros divagando por el universo buscando a quien infectar con el calor de su cola en ebullición.
Desearía no tener que respirar este aire fétido que me envuelve con sus ardientes manos, estrangulándome hasta verme reír. ¡Maldito aire!, déjame, abandóname, huye como lo hizo él. Sólo quiero no sentirte, no saber de ti, ni de tu hermano el viento que juntos aturden a mi piel, a mis fosas nasales, penetrando hasta el último tejido de mis pulmones. No entienden que sólo los envenenas; deja de malgastar tus fuerzas; fuerzas que a mi me hacen falta.
Desearía escapar contigo hacia donde fuiste; pero ignoro el lugar. No quiero quedarme estático en el olvido; nadando en el Leteo. Me enloquece la muchedumbre que sólo pregunta por ti; y yo lo hago también. No soporto oírles; no estaría mal arrancarles de un tajo sus venenosas lenguas que sólo se mueven para aturdirme. Son demasiadas tormentosas sus miradas; me aniquilan una tras otra. Quisiera gritar tan alto para que Zeus pudiera oírme; para que pudieras oírme. Con un solo grito bastaría para sacar todo lo putrefacto que hay en mi pecho, en mi alma. Con un solo grito puedo desgarrar todo, mi voz y sus cuerdas que ya no tiemblan al abrir mi boca, que ya no produce susurro alguno; que ya no dice nada.
Desearía tomar mi sexo y hacerlo trizas, que no me es útil sin tí. Antes era todo un festín, ahora ni sabor posee. No deseo tener contacto con ningún otro mortal, mi cuerpo está tan dañado que miedo me da de contagiar otros tantos, que olvidando su moral y principios, se prostituyen en cuerpo y alma convirtiéndose en vampiros diurnos de la zona heterodoxa; me parezco tanto a ellos. No quiero ver mi cuerpo con las marcas de los restos de tu agonía escupida sobre mi vientre, después de unos miles de vaivenes que acarrearon consigo un orgasmo; tampoco quiero sentir el extraño recuerdo de antaño de tus besos y caricias; ya estando tan lejos, no he conseguido olvidarte, ni sacarte de mi mente, que golpea con furia de un dios en las paredes de mi cabeza haciéndola estallar, haciéndola pedazos. Bastantes lágrimas han recorrido mis mejillas sin respuesta alguna; dejaron de ser transparentes y saladas, para convertirse en sangre que alguna vez recorrió por mis venas.
Desearía que mi corazón dejara de latir, que sus inútiles pulsaciones dejen de atormentar mi alma y cese el sonoro tambor, que más que música, produce una desgarradora danza macabra provocándome insomnio, angustia, delirio y desesperación por arrancarme, como un caníbal, todo las entrañas, todo lo que hay dentro. Esta bomba de tiempo que no parece acabar; explota de una vez y termina con mi áspero sufrimiento.
(Azabache Nocturno)
EL EFECTO DE MIS PENSAMIENTOS
Ya con tanto frenesí me voy acercando cada vez con más rapidez al territorio de la locura, camino a un paso acelerado y todo por mi estúpida terquedad.
Ya estoy harta de pensar en algo que solo me tiene en una maldita incertidumbre, ya quiero acabar con esto, lo quiero llamar capricho no lo quiero nombrar de otra manera, me temo que sea algo peor, algo mas terrible, como lo es la obsesión.
Por que estoy cansada de que mis pensamientos se contradigan y no me lleven a ningún lugar, simplemente se pasean por largos lapsos de pequeñas fantasías, que mi cabeza y su inocente cómplice que palpita las transforman en mayúsculos martirios que explotan a mi imaginación, y que provocan enormes encuentros de extraños sentimientos que debilitan mi alma y exaltan mi ser, que como es de esperarse de mi, no se si son ellos los culpables de mi constante dolor o de mi momentánea felicidad, simplemente no lo se, me confunden no se si les debo dar gracias o blasfemar sobre ellos.
He ahí mi agonía diaria, mi inquietud continua, sobre algo que físicamente no se si exista, pero que en el calabozo de mi mente habita, y aun mas que eso, respira, por que yo le he dado mas que vida, le he dado una esencia sobrenatural.
No me siento exenta de culpa, pues he sido y soy fiel participe, y aunque he afirmado que toda esta confusa comedia acabe, no me atrevo a detenerla, no sin antes hacerla mas intensa, para que deje su cicatriz, para que deje su placentera huella de recuerdo de que en un tiempo, muchos días y noches estuvo aquí, por que prefiero que dejen de existir las nubes, que deje de existir el aire, que deje de existir el mundo, a que dejes de existir tu.
(Melody Arvizu Trasviña).
Ya con tanto frenesí me voy acercando cada vez con más rapidez al territorio de la locura, camino a un paso acelerado y todo por mi estúpida terquedad.
Ya estoy harta de pensar en algo que solo me tiene en una maldita incertidumbre, ya quiero acabar con esto, lo quiero llamar capricho no lo quiero nombrar de otra manera, me temo que sea algo peor, algo mas terrible, como lo es la obsesión.
Por que estoy cansada de que mis pensamientos se contradigan y no me lleven a ningún lugar, simplemente se pasean por largos lapsos de pequeñas fantasías, que mi cabeza y su inocente cómplice que palpita las transforman en mayúsculos martirios que explotan a mi imaginación, y que provocan enormes encuentros de extraños sentimientos que debilitan mi alma y exaltan mi ser, que como es de esperarse de mi, no se si son ellos los culpables de mi constante dolor o de mi momentánea felicidad, simplemente no lo se, me confunden no se si les debo dar gracias o blasfemar sobre ellos.
He ahí mi agonía diaria, mi inquietud continua, sobre algo que físicamente no se si exista, pero que en el calabozo de mi mente habita, y aun mas que eso, respira, por que yo le he dado mas que vida, le he dado una esencia sobrenatural.
No me siento exenta de culpa, pues he sido y soy fiel participe, y aunque he afirmado que toda esta confusa comedia acabe, no me atrevo a detenerla, no sin antes hacerla mas intensa, para que deje su cicatriz, para que deje su placentera huella de recuerdo de que en un tiempo, muchos días y noches estuvo aquí, por que prefiero que dejen de existir las nubes, que deje de existir el aire, que deje de existir el mundo, a que dejes de existir tu.
(Melody Arvizu Trasviña).
domingo, noviembre 02, 2003
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CONMIGO
Estoy tratando de buscarte en la calma de la luz que desprende de mis pasos,
estoy tratando de ser lo más de lo menos, de lo grande a lo pequeño.
Pero ¿qué hay más?, no importa si no tengo yo lo que te falte hoy,
seguiré buscando todo aquello que necesite tu voz...
Estoy tratando de no pensar en ti, de que los sonidos de tu voz no son los que yo quiero oir,
y es que en busca de mi corazón, no hay dolor, no diría todo si fuera mentira ¿no?,
no sé como llegué aquí, sin saberlo, sin entender que me dio, todos los caminos me llevan a ti
todo y cada uno sin ti, la soledad me llama dios de su mundo olvidado, que pasará, si no vas a estar, ¿podría más?...
No sé como llegué aquí, ¿de que lugar salí?, no soy hombre de tu país, no soy tampoco muy feliz,
las guerras mil me hacen morir, me importa mucho si no puedo verte....
Me ha dado por partir, dejar todas las cosas que me apartan,
todas esas olas que me alejan del mar y yo sé que no puedo volar,
pero sé que el viento me llevará y la luna me abrazará, no importa cualquier lugar,
si es verdad, donde ahí te podré encontrar, vamos, dejemos de morir y sal conmigo, o sin mi..
(Ismael Serhe)
CONMIGO
Estoy tratando de buscarte en la calma de la luz que desprende de mis pasos,
estoy tratando de ser lo más de lo menos, de lo grande a lo pequeño.
Pero ¿qué hay más?, no importa si no tengo yo lo que te falte hoy,
seguiré buscando todo aquello que necesite tu voz...
Estoy tratando de no pensar en ti, de que los sonidos de tu voz no son los que yo quiero oir,
y es que en busca de mi corazón, no hay dolor, no diría todo si fuera mentira ¿no?,
no sé como llegué aquí, sin saberlo, sin entender que me dio, todos los caminos me llevan a ti
todo y cada uno sin ti, la soledad me llama dios de su mundo olvidado, que pasará, si no vas a estar, ¿podría más?...
No sé como llegué aquí, ¿de que lugar salí?, no soy hombre de tu país, no soy tampoco muy feliz,
las guerras mil me hacen morir, me importa mucho si no puedo verte....
Me ha dado por partir, dejar todas las cosas que me apartan,
todas esas olas que me alejan del mar y yo sé que no puedo volar,
pero sé que el viento me llevará y la luna me abrazará, no importa cualquier lugar,
si es verdad, donde ahí te podré encontrar, vamos, dejemos de morir y sal conmigo, o sin mi..
(Ismael Serhe)