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domingo, julio 04, 2004

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TU FANTASMA

A Sofía

Nunca sabremos, los que podríamos saberlo —elegidos al azar, asesinos de la naturaleza— cuándo heredaste ese algo que expulsa tu mirada. Si fue precisamente en el acto aprobatorio de tus genes, o un poco después de la tormenta (desde que me he ido y te has hundido en tus dudas y tus ritos). Me fui entre una marejada escasa que se quiso tragar todo y una espuma reveladora de mi muerte. Ahora soy un escultor de tu rostro, geógrafo de tus sonrisas desde lejos. Cobijo tus perfumes, la reacción secundaria de una fragancia en tu vómito, y guardo una resabia maloliente y tierna de tus medicinas. Ahora que la ficción me ha armado de pijamas (sólo existo en tus sueños), soy espectro de tu sombra, no tengo dueño y todos los días paso cientos de fríos; mis labios se secan en un rincón lleno de cuchillos y salidas. No he nadado aún en el misterio más negro de barcos a la deriva: esclavo de mis ruinas, espero. Desconoceremos la epistemología de tus párpados pesados y tus ojos llenos de ese velo de silencio. Mírame aquí, con este cetro hecho de palos y ramaje seco, ya no asirás mi bandera porque la vida no pertenece a nadie. Alguna maldición recorre la sangre de tu padre, acá en este abismo en el que todo tiene que ver con el color negro; aquí no hay flores, hija, sólo curvas delineadas por la guadaña. Y desde aquí tengo que lidiar con todos los que te aman, porque yo soy el ciego. No recuerdo cuándo tuve que aprender de memoria los nombres de los fantasmas que se esconden debajo de tu cama
—porque tuve que aprender sus apodos a la hora de atarlos, pues quieren salir a devorarte en medio de tu paz entre las sábanas—. Respira tranquila, si escuchas un ruido cerca de la habitación, piensa en otra cosa menos en aparecidos, recurre a la imaginación; quizá sea un gato o el viento colándose por una ventana de la casa de tus abuelos. Si algún día te quitas tus vestidos procura no arrancarte el lunar casi invisible en tu frente, ni esa mirada terca en depositar nostalgia en tu nombre. Si te das cuenta que el mundo es una mierda, que todos tienen un hambre feroz, y que tus amigos practican la licantropía, que no hay espacio que no esté sometido a una dictadura, mézclate a mí, únete a mí y seamos villanos. Te rendiré un homenaje en este pobre planeta infeliz. Pero si encuentras cómodo este lugar, aliméntate de tu madre, de esa hembra hermosa que no supo matarme; si te place acurrucarte en el abolengo, quédate, que yo te regalo un enjambre de versos llenos de sangre y sin religión. Te regalo poesía que no sirve de nada, te doy mi cuerpo para que lo quemes con tu furia o con tu amor. Seré tu esclavo y tu suicida: échame sal en los ojos, dibuja en mi espalda con escalpelo un garabato que represente algo parecido a tus manos, átame y arrástrame por toda la calle como venganza, suelta una jauría de perros listos para morderme, pero juega conmigo. En tu arrojo lleno de epifanía y de historia, este fantasma que es tu padre, por debajo de la cama, en el espejo empañado, en la sopita derramada, en tus prendas llenas de papilla, y en tu calzado siempre creciendo, te mira desde lejos… (FRANCO).

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